El doctor Abruña fue el segundo decano de Derecho y animador natural de los jóvenes que en 1990 empezaron la historia de esta Facultad. "Me la pasé muy bien", recuerda.
Por Tania Elías. 08 septiembre, 2015.Las imágenes de los primeros años de la Facultad de Derecho, lo muestran como hoy: sonriente, jovial, en conversaciones y tertulias con los jóvenes alumnos, promoviendo la confraternidad y alentando a docentes y alumnos a ponerse la camiseta roja.
El doctor Antonio Abruña es el personaje que los exalumnos y alumnos tienen presente en esta historia, más aún como uno de los que pusieron las bases para lo que hoy es la Facultad de Derecho de la UDEP. Él recuerda esos momentos, como si fuera ayer.
¿Cómo decide la UDEP apostar por una carrera de Derecho?
En una universidad son tradicionales cuatro carreras: Teología, Filosofía, Medicina y Derecho. Cuando la UDEP comienza, lo hace con una serie de carreras pero con proyección a seguir apostando por más facultades que sirvan a la región y al Perú. Después de 21 años se ve la necesidad de contar con Derecho. Se consideraba un reto importante; además, no existía esta facultad en la región y se veía necesario ofrecerle este servicio. Así se acordó hacer el proyecto que se aprobó en 1989. El primer ingreso fue en 1990.
¿Cómo fueron los primeros años de la naciente facultad?
Tuvimos 32 alumnos en el primer ingreso. Los 2 primeros años, como estaban dedicados a las Humanidades (Estudios Generales) no tuvimos docentes de Derecho sino a partir del tercer año cuando empezaban los cursos propiamente de carrera. El nombramiento de autoridades se realizó a inicios de 1991. El primer decano fue el doctor Juan Zegarra Russo, yo era director del programa y desde el comienzo estuvieron la Dra. Isabel Gálvez, en ese tiempo Vicerrectora, y el profesor Jorge Rosales.
¿Cuál era la actitud de los recién ingresantes?
Cuando empieza una primera promoción sin haber nadie arriba que les contagie tradiciones o les comente sobre cómo es la vida universitaria, se produce cierta inquietud en los alumnos. Eso pasaba: se preguntaban si se darían los cursos o no, si se acabaría de dar toda la carrera o tendrían que irse a otra universidad. Claro, esto era en los alumnos pero no en la universidad. La UDEP nunca ha tenido dudas cuando comienza un proyecto. Teníamos claro que Derecho se llevaría adelante.
Los exalumnos destacan el espíritu y familiaridad del grupo desde sus inicios… ¿Cómo se logró?
Por un lado, la carrera de Derecho tiene sus características que la diferencian de las otras, es una ciencia social. Por otro, el contacto con alumnos era sencillo porque eran 32, pasábamos todo el día juntos. Los profesores éramos jóvenes así que había una relación estrecha con los alumnos. Poco a poco fuimos haciendo una serie de tradiciones, como la participación en olimpiadas, cómo estudiar, la aplicación de exámenes orales, los libros y la necesidad de leer mucho, la costumbre de acudir a la biblioteca, de saber temas políticos que interesen desde el punto de vista jurídico, y así una serie de temas propios de Derecho. Había mucha exigencia y rigor, pese a esa familiaridad.
A Ud. lo recuerdan contagiando ese espíritu. Olimpiadas es un ejemplo.
El tema del deporte en las olimpiadas no me era nada difícil, porque me gusta el deporte y practicarlo. Había que sacar una Facultad adelante así que había que hacer de todo. Yo la he pasado muy bien, lo he disfrutado… no ha sido una carga insoportable…
¿Fue difícil gestionar lo que hizo salir adelante a Derecho?
Hubo que hacer muchas cosas. Me acuerdo de las grandes conversaciones con los especialistas sobre cómo hacer la facultad, haberme pasado días en bibliotecas que nos donaban sus libros y haciendo mucha relación con profesores peruanos para que vinieran a dictar. Esto último no fue difícil porque la Universidad de Piura tenía ya un gran prestigio. Al contrario, era muy sencillo: la mayoría de profesores se sentía honrado con la invitación. Así vinieron, por ejemplo D. Manuel de la Puente y Lavalle, D. Fernando Vidal, D. Jorge Basadre y muchos otros reconocidos en el ámbito profesional y universitario del Derecho.
De esos inicios, ¿qué docentes de categoría ordinarios continúan?
La doctora Luz Pacheco, María Luisa Murillo, Percy García, Carlos Hakansson… El primero de la primera promoción es el doctor Castillo, actual decano de la Facultad… El primer alumno que se tituló, Frank Rengifo, dio clases hasta que tuvo que irse a Chiclayo. Bastantes de los que estuvimos en el inicio del proyecto seguimos.
Hoy los 32 se han multiplicado…
La facultad ha crecido, somos más de 500 alumnos y hay muchos más profesores. No es que sea muy grande. A pesar que los profesores están inmersos mucho más en la investigación y tal vez hay menos tiempo para estar con los alumnos creo que se sigue manteniendo esa confraternidad.
Se ha llegado a los primeros 25 años. ¿Qué viene ahora?
Decidirlo les toca a los que actualmente están en la dirección. El tiempo pasa bien rápido, a mí me parece que comenzamos la facultad ayer, pero ya les corresponde a otros seguir adelante…
¿Qué se debe entender del Derecho?
El hombre es en esencia jurídico, los derechos y deberes están presentes siempre. Todo modo de actuar humano tiene un reflejo jurídico. Si yo quiero casarme debo estar enamorado, querer formar una familia, esa intención tiene su reflejo jurídico: para que tenga validez jurídica debe tener formas concretas. Eso es el Derecho. No es una invención humana, sino la concreción de algo que es real. Todo campo humano tiene su manifestación jurídica.
Ud. fue de los primeros que sentó las bases de esta facultad, ¿qué le significa Derecho?
Como he estado metido desde el principio, le tengo un gran cariño y forma parte de mi desarrollo profesional y humano… Lo que no se puede perder de vista es que Derecho es parte de la UDEP y lo que hay que reconocer es que quienes comenzaron la universidad lo hicieron muy bien, le dieron unas bases muy sólidas y en ese contexto el desarrollo de una carrera como Derecho –y las demás- tienen el camino marcado. El reto era, como lo es ahora, estar al nivel y altura de lo que hicieron los primeros forjadores, siguiendo a San Josemaría, quienes le dieron a la Universidad de Piura un espíritu propio.